Por Manuel Burga
He pensado a menudo, en los últimos días, en ese gran libro del historiador francés Georges Lefebvre, La grande peur, de 1932, que estudia cómo el miedo invadió Francia luego del 14 de julio 1789. Era el inicio, a sangre y fuego, de la más grande revolución liberal del mundo moderno y las noblezas derrotadas, asustadas, difundieron el gran miedo para detener el proceso. Pero el 5 de junio no es el 14 de julio, ni se necesitan sicarios mediáticos, ni una gran conspiración, sino más bien un poco de tolerancia, serenidad, respeto por nuestro país y mucha cultura democrática. Necesitamos recuperar la dignidad, oponernos a regresar al pasado, no porque el fujimorismo pueda repetirse igual, sino porque no podemos premiar a los que instalaron un régimen corrupto durante una década de nuestra historia.
Ese miedo, además de ser injustificado, no tiene fundamento, sobre todo cuando se habla del actual modelo económico, denominado también primario exportador, dinamizado por los excelentes precios de los metales, en especial del oro y del cobre. Por eso no nos sorprende, cuando un programa de la Deutsche Welle, anuncia, que gracias a estos precios, se ha reiniciado la costosa explotación de yacimientos de oro en suelos submarinos. Tampoco debe sorprendernos cuando en nuestro país se habla de las sobreganancias mineras y de la necesidad de una tributación especial en estos casos.
Igualmente podemos constatar que gran parte del paisaje desértico de la costa, entre Arequipa y Chiclayo, ha cambiado por la presencia de los cultivos de exportación. También sabemos que los mejores mangos, paltas, uvas, mandarinas, naranjas y espárragos, ahora se exportan a diferentes países. Esto es en esencia este modelo, que existe desde la época colonial, que nos dejó casi sin plata, guano, caucho, petróleo y otros productos primarios. Un modelo que además impide una buena redistribución de los excedentes porque fácilmente genera inflación, manteniendo más bien la pobreza, la pobreza extrema y la desigualdad.
Hace unos días escuché al Ing. José Cieza, de la U. Ruiz de Montoya, usando las cifras del INEI, fundamentar que la carrera de ingeniería industrial muy pronto tendrá un auténtico mercado de trabajo. Estas cifras muestran que el valor exportado por las industrias de transformación casi ha alcanzado el nivel del sector extractivo, por lo tanto –como siempre sucede en la historia– el modelo económico ha dejado de ser predominantemente primario exportador y ahora las decenas de miles de MYPES, por ejemplo, están creando una nueva realidad.
También sabemos que los Planes de Gobierno, muchas veces, más allá de la ética y de los compromisos, solo son propuestas. Basta que recordemos a Alberto Fujimori ganando la segunda vuelta de 1990 con sus promesas de no shock, tecnología, honradez y trabajo. O a Alan García, en junio del 2006, en el debate presidencial, de la misma manera, prometiendo políticas que nunca desarrolló.
El Plan de Gana Perú se sustenta en un diagnóstico razonable y propone que se oficialice, lo que ya está en acción en la realidad. Un camino recorrido por Brasil en las últimas cinco décadas y que ahora puede exhibir sus resultados, sin producir temor alguno. Ese es el nuevo camino que podemos intentar, ya no tenemos la plata de Potosí, ni el mercurio de Huancavelica, ahora es una buena oportunidad para tomar conciencia del nuevo modelo que existe en la realidad y fomentarlo. Lo que no debe atemorizar a los peruanos pobres, ni a nuestra clase media, ni a los empresarios afortunados. Esta realidad no se debe negar, el otro modelo económico ya parece caduco y por lo tanto no hay que recurrir a la conspiración mediática, ni tampoco al miedo injustificado.